La indiferencia como perversidad: una lectura de La muerte de Iván Ilich

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Faustino Medina

La perversidad humana no siempre se manifiesta en crímenes o actos violentos, sino en gestos cotidianos como la envidia, la indiferencia o la hipocresía. En La muerte de Iván Ilich, León Tolstói retrata esa perversidad de manera magistral al ofrecernos un relato que denuncia estos males con sutileza e ingenio. La novela narra los últimos meses de vida de Iván Ilich y la forma en que sus familiares y colegas se comportan ante su sufrimiento, mostrando el nivel de perversidad de los seres humanos.

¿Cómo reaccionamos ante la muerte de los otros? La muerte ajena, con frecuencia, se nos presenta como un acontecimiento afortunado, pues alivia el hecho de que no somos nosotros los que partimos. Aunque los rituales no permiten expresar abiertamente esa realidad, de forma indirecta —y muchas veces consciente— el testigo de la muerte experimenta un secreto alivio al no ocupar el lugar del difunto. En la obra de Tolstói, esa alegría disimulada toma la forma de hipocresía: durante el velorio, varios personajes se muestran más preocupados por asuntos triviales que por la pérdida de un ser humano. Asimismo, el oportunismo se revela sin pudor: algunos colegas aprovechan la ocasión para especular sobre ascensos y privilegios futuros.

Tal indiferencia podría esperarse de personas lejanas al fallecido, pero no de su familia. La esposa y la hija de Iván Ilich evidencian poca empatía hacia él: la primera se obsesiona con los trámites legales para asegurarse la pensión correspondiente y la segunda centra toda su atención en los preparativos de su boda. Estas actitudes constituyen un atentado contra la dignidad del protagonista, quien, en su lecho de muerte, descubre con dolor que ni siquiera su familia comprende la angustia que le provoca la enfermedad.

Este descubrimiento resulta decisivo en la transformación del personaje. Antes de enfermar, Iván Ilich era un hombre superficial, preocupado por el estatus social y las apariencias. La certeza de la muerte lo obliga a reconocer que había vivido inmerso en una mentira. Esa simulación, especialmente la de su familia, lo hiere profundamente: deseaba que lo trataran como a un moribundo y no como a un enfermo con una supuesta recuperación. Al aceptar su destino, Iván Ilich logra, finalmente, encontrar cierta serenidad para enfrentar la muerte.

En síntesis, La muerte de Iván Ilich demuestra que nuestra actitud frente a la muerte ajena suele ser egoísta y carente de humanidad. La obra denuncia la indiferencia hacia los enfermos y el abandono al que muchas veces se les condena, ya sea por comodidad o por miedo. Tolstói nos recuerda que la vida no puede reducirse a las apariencias: solo la compasión y la autenticidad ofrecen sentido verdadero a nuestra existencia.

Faustino Medina

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