La ficción literaria como fuente de conocimiento histórico I: Bases epistémicas para una revisión del pasado

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 Franklin Omar Vargas

Introducción

La historia como disciplina, ha experimentado transformaciones importantes en su concepción epistemológica. Lo primero con lo que nos vamos a encontrar es que el ideal de la “objetividad” dominó la práctica historiográfica, en resumidas cuentas: el historiador debía resumirse a “los hechos”, valerse de documentos oficiales y tener un margen de distancia con juicios culposos o interpretaciones subjetivas. Esta corriente conocida como positivismo histórico, propuso dejar de lado cualquier otra forma de narrar la historia. Este ensayo busca replantear las bases epistemológicas del conocimiento histórico para abrir espacio al debate sobre la literatura como fuente válida de interpretación del pasado.

El debate sobre objetividad y subjetividad en la historia

Empecemos por decir que autores como Michel de Certeau ya nos hace una advertencia en su ensayo La escritura de la historia, en donde una de sus principales tesis es que el historiador por el simple hecho de ejercer la narración estaría haciéndolo sujeto a la subjetividad cultural, estructural o incluso emocional. Hayden White por igual también sostiene la misma línea afirmando en su libro Metahistoria: La imaginación histórica en la Europa del siglo XIX, que no existe una forma oficial de narrar la historia, más bien el historiador siempre escribe lo que le interesa y de la forma que responda a sus propios intereses, por lo tanto, responde a lo social, económico, político, moral y hasta lo estético. El primero nos propone algo interesante: que los historiadores pasan por un proceso de selección y organización de sus tramas y metáforas que dan origen a una conclusión intencional y que muchas veces poseen categorías morales, por lo tanto, el ejercicio de la subjetividad en los historiadores no debe responder a un defecto de su actividad, más bien es una actuación inalienable de la narrativa histórica.

Queremos alertar que considerar estas posturas no enajena al historiador de su carácter científico, más bien es una invitación a la reflexión de que la historia necesita mirar más allá de su propio estilo y aceptar que la misma se enriquece desde el enfoque multidisciplinario y que el conocimiento histórico siempre responderá a una construcción subjetiva que necesita dialogar con otras representaciones y experiencias humanas. En este caso, la literatura puede ser considerada con un rol protagónico y muy útil, ocupando un lugar privilegiado.

Crítica a la historia tradicional centrada en documentos oficiales

Aquello considerado como historia tradicional, centrada en esencia por documentos oficiales del Estado, periódicos, gacetas, archivos parroquiales, tratados y correspondencias, nos quedan a deber una narrativa más integral debido a que nos brinda una visión historia parcial del pasado: la de los que tienen el poder de decidir qué registrar y qué no registrar. Apostar por este tipo de método deja fuera de la narrativa a campesinos, mujeres, trabajadores, exiliados y víctimas de la violencia institucional. Es una historia muchas veces muda frente al sufrimiento y la experiencia cotidiana de las mayorías.

Carlo Ginzburg, en El queso y los gusanos, sugiere buscar otras fuentes para reconstruir mentalidades populares. En este caso, la literatura con ayuda de cuentos, novelas, crónicas y poemas ha guardado la versión de los que no llegan a los archivos. La riqueza de estas narrativas no se encuentra en lo que dicen, sino en la forma en cómo lo cuenta: descripciones de escenas como testigos, testimonios de atmósferas sociales, costumbres, dinámica social de la época que no se dejan ver en la formalidad de los documentos oficiales.

La literatura como espacio de acceso a las mentalidades colectivas

La literatura tiene la capacidad de representar (más que los documentos oficiales) la vida interior de los protagonistas del pasado: sus cosmogonías, dilemas, la forma en cómo interpretan su época y así mismos. Esa es precisamente la noción de “mentalidad” que interesa a la historia cultural (recordando que la historia no solo estudia economía, política y acontecimientos). No se trata de hechos cronológicos, sino de estructuras de pensamiento, de imaginarios que dan sentido a las prácticas y los discursos de una estructura.

Cuando uno lee a Walter Benjamin nos encontramos con sus señalamientos sobre cómo las narrativas literarias permiten acceder a lo que él llamó “constelaciones” del pasado (tesis XVII): no solo a lo que aconteció, sino a las formas en que fue vivido y recordado. Por eso, leer literatura como fuente histórica no es un ejercicio de validación documental, sino de interpretación simbólica.

Ejemplos clave: Primo Levi y Juan Bosch

En Sí esto es un hombre (1947), Primo Levi narra su vivencia como prisionero en el Lager. Su testimonio responde a una reflexión sobre la degradación de todo lo que implica ser humano bajo la estructura nazista.  Aparte de describir estos hechos, garantiza darle un barniz de lo ético y filosófico. El testimonio de Levi no busca embellecer el horror, sino que lo vuelve inteligible desde su propia experiencia, haber vivido cada detalle le da la facultad de exteriorizar con autoridad. En su Trilogía de Auschwitz, Levi juega con el relato, memoria y análisis para mostrar a la posteridad un hecho histórico que marcó la memoria histórica del siglo XX por el resto de la historia de la humanidad.

En República Dominicana tenemos a Juan Bosch: cuentista, político e historiador, que ofrece una narrativa sobre América Latina a través del realismo social. En relatos como Dos pesos de agua, se puede apreciar la vida rural del dominicano de los años treinta, considerando sus precariedades, formas de relaciones, lenguaje y hasta rituales, esto a veces suele estar alejado del interés del historiador. Al leerlo podrán apreciar que su producción no solo busca describir hechos, sino que los contextualiza dentro de una cosmovisión popular, así como Los amos, En un bohío o La pulpería, revelando estructuras invisibles.

Consideración final del primer ensayo

Creemos finalmente que hacer una lectura crítica del pasado no debe limitarse a documentos oficiales. Consultar literatura ofrece una visión que, aunque responde a lo subjetivo, emocional y simbólico, permite conocer coyunturas del pasado que la historia tradicional en muchos casos no permite conocer. No tratamos de enfrentar la historia y literatura, más bien queremos conectar ambas en una conversación que reconozca la diversidad del pasado. La literatura nos permite recrear escenas a través de su representación para penetrar el mundo sensible que no se encuentra en documentos oficiales.

Faustino Medina

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