El hecho político del 30 de mayo de 1961 que puso fin a la vida de Rafael Leónidas Trujillo (el jefe) era la primera fase del complot. Sin embargo, este golpe de Estado estaba destinado al fracaso. Según el historiador Hobsbawn, (1994) “un golpe de Estado es un juego con tres jugadores (omitidos la potencia extranjera dominadora o la corporación que pueden poseer un efectivo derecho de veto o los triunfos de la baraja). Estas son las fuerzas armadas que pueden llevarlo a cabo, los políticos y burócratas cuya disposición a aceptarlo lo hacen viable y las fuerzas políticas, pertenezcan o no a la esfera oficial, que puede contenerlo o derrotarlo” (p. 213).
En el caso concreto de los conspiradores del 30 de mayo estos no contaban con una fuerza o un grupo de personas “influyente dentro de las fuerzas armadas”. Esto se debió a varias razones: las personas con la que contaban dentro de las fuerzas armadas no tenían mayor influencia, a excepción de José René Román Fernández (Pupo Román), quien ocupaba la jefatura del Ejército Nacional.
La noche del tiranicidio Pupo Román recibió la visita de Arturo Espaillat, quien fue a notificarle que estaban tiroteando a Trujillo. Esto comprometió la segunda fase del plan porque, al desaparecer, el mando no recaería en la secretaría de las Fuerzas Armadas como los complotados creían, sino en Ramfis Trujillo, Jefe de la aviación. Sin embargo, en ausencia de este, Héctor Bienvenido Trujillo asumiría virtualmente el poder.
Por este hecho es cuestionado el papel de Pupo Román en la conjura de los complotados porque se vio comprometido con ambos bandos. Aparte de Román Fernández, los complotados contaban con el Teniente Amado García Guerrero, miembro del Cuerpo de Ayudantes Militares de Rafael Leónidas Trujillo; Juan Tomás Díaz Quezada, jefe de brigada en La Vega, Antonio Imbert Barrera, entre otros.
El ejército dominicano era el mejor equipado del caribe y su estructura jerárquica era una entidad casi indivisible. Se debe apuntar que existían ejércitos privados cuyo objetivo era controlar y vigilar las diferentes regiones. En este sentido, Ramos (2019) sostiene:
En los treinta años de dictadura de Rafael L. Trujillo, bandas paramilitares se organizaron para someter al pueblo a través de la violencia callejera, y de esa manera evitar la disidencia y las protestas contra el régimen. Durante tres décadas, de manera ininterrumpida, tomaron famas las pandillas que se identificaron como “la 42”, “la 44”, “Brigada 43”, “Reserva Cívica”, “Milicia de San Cristóbal”, los “Jinetes del Este”, la “Guardia Universitaria”, “Los Cocuyos de la Cordillera” y los “Paleros de Balá”. Todas organizadas con civiles pero vinculadas al Partido Dominicano (PD) y a los servicios de inteligencia del gobierno, con el propósito de contrarrestar a los opositores, y mediante el miedo controlar a la población civil, encuadrando en los intereses políticos del dictador. (Mecanismo de Trujillo para la represión política: Los Paleros de Balá) (p.23).
Esta es otra de las razones por la cual se puede deducir que el golpe de Estado contra el trujillismo era un suicidio por parte de los complotados.
Trujillo nunca permitió que sus jerarcas militares desarrollaran algún tipo de liderazgo dentro de las filas de las Fuerzas Armadas. Por este motivo Cipriano Bencosme, Desiderio Arias, entre otros no pudieron crear un movimiento cívico-militar que pudiera derrocar a Trujillo, sobre todo, porque los medios de comunicación pertenecían al jefe. En ese sentido, la mayoría de estos movimientos no fueron conocidos en su momento por los otros opositores al régimen. Este monopolio afectó considerablemente la segunda fase del complot, debido a que cometido el tiranicidio el pueblo no sabía lo que estaba pasando.
El papel de la CIA, especialmente en la segunda fase del complot, podría haber significado un punto a favor del golpe. Esta institución estadounidense, aunque de forma indirecta, apoyaba el tiranicidio. Este apoyo, en parte, se debió a que Estados Unidos no se iba a permitir otro escándalo. Debido a que esto aumentaría el descrédito de su política intervencionista. En tal sentido, se limitaron a proporcionar apoyo armamentista y a colaborar con la instauración de un gobierno de transición a través de la OEA.
Finalmente, los factores mencionados convierten la segunda fase del complot en una quimera. No por estos fracasos el golpe de Estado deja de ser uno de los hechos más importante de la historia contemporánea. Esto lo convierte en un antecedente de otros conflictos que se desarrollarán más adelante, puesto que Trujillo se representa en la política dominicana como una “Hidra de Lerna”.
Referencias
Abreu Cardet², J. (1959). De las expediciones, los dictadores y los héroes. CLÍO, 117.
Hobsbawm, E. (1999). Historia del siglo XX. Buenos Aires: Crítica.