
Débora Parra
Mi lengua dibuja en tus labios
lo que mi garganta no articula.
Ofrece un lamido sincero,
señal y advertencia,
de quien se despide
y no se va.
Inocula el capricho
de besar las manos
que se esconden con cautela
de tu tacto adictivo,
de que tu aroma
se arrime a mi olfato
para diluirse
en el silbido de mis lágrimas.
Hay un ansia acurrucada
en la distancia de nuestras bocas.
La primera en lanzarse
deberá gritarla.
Pero yo, que aprendí a saltar en silencio,
tejeré tus labios con las garras de mis miedos.
Mi lengua
pasará de dibujante
a atleta que,
exhausto,
se recuesta en tu pecho,
rueda hasta tu ombligo y bebe
el sudor de tus afanes
hasta que tu mirada me repudie
hasta que tu olor me rehúya
hasta que el deseo se sacuda el sopor
y se vaya lejos.