Faustino Medina
Aquella noche la luna nadaba con los peces río arriba. El camino a la ensenada se veía clarísimo, como si golpes de luz besaran hojas con ojos abiertos. La muchachita, desorientada, se alejó del bohío. Iba rezando. Creía que los hupias se habían metido en su vientre. La línea que se desprendía de entre sus piernas iba dibujando el Jayabacaná de la muerte. Al ver que la plegaria no surtía efecto, se metió al mar y ahogó a los demonios que se comían sus entrañas.